Ese reno que ven ahí a toda velocidad, en medio del día, ¡soy yo! Sí, así es, me llamo Lucy.
Voy en la súper bicicleta que me regaló mi tía Esperanza en mi cumpleaños. Sólo que la he adornado con unos cuernos de reno, una nariz roja y unos ojitos. Lo hice en mi clase de arte, un cuerno me quedó mas grande que el otro, pero no importa. Se ve IN CRE Í BLE. Me encaaaaaaaanta.
Estoy muy emocionada porque pronto será Navidad y voy a ver a todos mis primos, los extraño mucho. Se fueron a vivir a otra ciudad y hoy vendrán para pasar las vacaciones aquí. La vamos a pasar fenomenal. O sea: IN CRE Í BLE.
Mi mamá me ha pedido que vaya por unos chocolates a la dulcería de don Jorge. Tiene los mejores. El otro día que fuimos, vimos que acababan de llegar unos chocolatitos con forma de Santa Claus muy lindos. Así que voy súper deprisa a comprarlos para dárselos de regalo a mis primos porque, ya saben, el mero día de Navidad todo se acaba, incluso esos pasteles que le llaman Fruit Cake, de pura fruta envinada que les encantan a los adultos, bueno, y a mi primo Larens, que se la pasa sentado junto a los grandes oyendo sus historias y comiéndose ese pastel.
Amo la época de Navidad. Las decoraciones con foquitos me vuelven loca, se ve todo tan mágico.Y no les quiero arruinar la sorpresa, pero la dulcería de don Jorge parece salida de un cuento. ¿Ya saben cuál? Imagínense. Dulcería, dulces, casa, galletas… brujaaaa. ¡Síííí! Hansel y Gretel. Me encanta muchísimo ese cuento. No por lo de la bruja, sino porque se me antoja entrar a una casa de galleta que se pueda comer.
Una vez se me ocurrió morder la puerta de la dulcería. Yo tenia 4 años, se veía deliciosa, así que le di un buen mordisco. Tan bueno que se me cayó un diente. Por suerte era de los de leche. Estuve un rato chimuela, pero con el dinero que me trajo el ratón, regresé a la tienda a comprarme una galleta de jengibre de verdad, la más gigante. Gracias a mí, a don Jorge se le ocurrió poner un letrero en la puerta de “NO MORDER, POR FAVOR, pase al mostrador a recibir una muestra”. Es una historia que les encanta contar a mis papás. Dicen que les da mucha ternura. A mí no tanta, porque desde ese día me dicen Gretel, pero sí está gracioso, ademas Gretel era astuta.
Pues ahí voy en mi bicicleta. Soy el reno más veloz. Entrando al pueblo me doy cuenta de que está llenísimo de carros tratando de avanzar, algunos tocando el claxon y otros estacionados en doble fila. La gente anda de un lado a otro con bolsas de compras de diferentes tiendas, todos al teléfono. Un caos. A la izquierda, en el parque, el coro de la iglesia canta villancicos. Hay un montón de puestos de comida y cosas para comprar. Está repleto de gente tomándose fotos con las decoraciones navideñas. Una fila como de 100 personas espera turno para la foto con Santa, por suerte yo ya tengo la mía. Vine hace una semana con mi familia porque mi papá pensó que sería una linda imagen para ponerla sobre la chimenea, junto con las otras fotos con Santa que nos tomamos cada año. ¡Qué buena idea tuvo de venir antes porque qué flojera esperar tanto!
A mi derecha hay coches que usaron la explanada como estacionamiento. Cada zona está señalada con un cartel de diferentes figuras navideñas. La gran Feria Navideña de Wenderfull es muy popular. Viene gente de muchos pueblos cercanos. Frente a mí, y a lo lejos, detrás de toda esa multitud y caos, puedo ver la dulcería de don Jorge con sus foquitos encendidos. Ya comienza a oscurecer. Cierran en una hora.
Enciendo la luz de mi bicicleta, que justo queda en la nariz roja. Por supuesto que lo planeé. Se ve IN CRE Í BLE. Soy el reno veloz y conozco un atajo. Me iré por la calle Melancolía. Al alcalde del pueblo se le ocurrió derrumbar un edificio viejo en esa calle, justo en estas fechas. Era una juguetería pero lleva años cerrada, más años que mi bisabuela que va a cumplir 100 años. ¿Se pueden imaginar algo tan viejo? Cuentan historias de que ahí se crearon los primeros juguetes del mundo. ¡Qué interesante! Ojalá no la derrumbaran. Me encantaban los farolitos que decoraban la entrada.
Según expertos en construcciones, ya estaba muy dañada y podía ser un peligro para la gente que pasa por ahí. Aún no la tiran pero ya tiene puestos unos listones de “precaución” alrededor. Para mi mala suerte, han cerrado la ruta que me llevará a mi destino. Ya me puedo imaginar saboreando esos chocolates, quitándoles la envoltura brillante con dibujo de Santa, oliendo esas delicias con aroma a felicidad y dándoles pequeñas mordiditas que luego se derretirán en mi boca.
Ya sé, son para mis primos, pero compraré unos extra para mí. Este reno tiene que comer algo.
Necesito un plan. Me quedo pensando y recorro las rutas posibles. ¿Cruzar el mar de autos frente a mí? No, queda descartado, es muy peligroso. ¿A la izquierda, en medio de toda esa gente haciendo mil cosas? ¡Mmm! ¿A la derecha por el estacionamiento?
—Si tan sólo pudiera volar por encima de todo esto —digo en voz bajita.
Cierro los ojos apretándolos y lo deseo fuerte.
—Deseo volar — repito realmente deseándolo.
Abro los ojos y sigo ahí, en el piso.
—Bueno, lo intenté.
Oigo un ladrido, volteo hacia abajo y veo que es Ding Dong, el perrito de mi maestra de arte. Qué raro, nunca lo deja solo. Siempre están juntos.
—¿Qué pasó Ding Dong? —Le pregunto.— ¿Dónde esta la señorita Lila?—
Me ladra —Guf guf—, y se echa a correr mostrándome el rumbo.
—¡Espera! —grito corriendo con mi bici tras de él.
Llego al estacionamiento, casi al final, la señorita Lila está recostada en el asiento de su auto respirando agitadamente. Me mira y me dice entre respiro y respiro.
—Lucy, qué bueno que llegas… Estoy a punto de dar a luz… Necesito de tu ayuda. Busca a mi esposo Fredy. El pequeño Matti ya va a nacer. No me puedo mover. Está en el puesto de algodones de azúcar —dice entre soplos y gritos.
Sobra decirles que esto sí que no me lo esperaba, pero lo bueno es que yo sé perfecto dónde esta el puesto de algodones de azúcar. La semana pasada compré uno azul para mi hermanito Lucas, son sus favoritos.
—Ok, sí, yo le ayudo. Voy a avisarle. No me tardo.
Me monto en mi bicicleta y comienzo a gritar.
—¡Un doctor, un doctor!
Y así me voy gritando mientras salgo del estacionamiento. Hay una ambulancia al fondo. Me han escuchado y se dirigen hacia mí.
—La señorita Lila… está naciendo Matti— respiro y les señalo el lugar.
—Allá … en la fila de copos de nieve. Vayan. Necesita ayuda.
Tan pronto van en su auxilio, me lanzo a buscar al señor Fredy.
—Fredy, Fredyyyyyy— voy gritando en mi bicicleta.
—¡A un lado! ¡Bebé en camino!
La gente pone cara de que no entiende, pero voy tan deprisa que se mueven.
—¡Matti está naciendo!— Le grito al verlo.
El señor Fredy se ve en shock. Llego al puesto y le entrego mi reno.
—¡Tómelo! Vaya con él al estacionamiento, ya están ahí los de la ambulancia.
Asiente con la cabeza agradeciéndome y me entrega un algodón de azúcar.
—Gracias, Lucy.
La bici con cuernos le queda muy pequeña. De igual forma lo veo cruzar entre la multitud que se ha hecho a un lado. Yo voy corriendo tras de él. Esto es IN CRE Í BLE.
Los chocolates pueden esperar.
Wendy Millán
Escribe para plantar sueños, regarlos con chispas mágicas y cosechar abrazos de arcoíris. «Escribir es reconectar con la magia que tenemos en nuestro interior y volar con la imaginación».